Lo único que conocía de ti eran palabras sin rostro, enviadas a través de una red de la cuál nunca nada se sabe.
Juegos, dedicatorias, historias que contar. Miles de recuerdos narrados sin saber un por qué, tan solo dejándose llevar. Quería verte, conocerte, saber de ti. Como eras y lo que buscabas. Reconocer con los ojos cerrados el suave tacto de tu piel. Sentir esa respiración agitada entre beso y beso. La risa boba que se nos queda entre mirada y mirada. El calor de tu cuerpo perforando cada centímetro de mi ser.
Cuando apareciste y me sonreíste, sin quererlo endulzaste mi vida. No sabía quien eras, jamás te había visto, pero por un momento sentí que todo lo que siempre ansié se aproximaba a mi con un hermoso pelo negro y una tímida sonrisa.
Te veía tan delicada, tan pequeña y frágil, que me daba miedo agarrarte fuerte para que no te fueras, y que sin querer te rompieras entre mis brazos. Aún me produce un cosquilleo el recordar la delicadeza y sutileza de tus labios recorriendo mi piel, mi boca. La apasionada, tentativa y placentera situación jamás pensada.
No sé como lo hiciste, pero sin si quiera darte cuenta me embelesaste, me capturaste y me retuviste en una prisión de cristal con todos los lujos y regalos.
No te preguntaré como lo haces, solo te pediré que lo sigas haciendo...
... y me enseñes a quererte cada día más.
Todo lo que escribes es tan dulce y tan sincero... No hay ninguna composición tuya que no me guste. Sigue escribiendo, linda (L)
ResponderEliminar