Palabras que resuenan en mis oídos. Miradas deseosas de encontrarse en la oscuridad, que ansía comerlas. Besos que se encienden en llamas de pasión.
Caricias, dulce y suave abrazo que me cobija en el calor de tus brazos, los que anhelo cada día. ¿Cuántas vueltas hemos dado ya por esa ciudad que ambas conocemos? No lo sé la verdad, pero contigo las daría una, y otra vez hasta dejar marcadas en la acera las huellas de mis zapatos.
Que mal sabe cuando te vas y que soledad la que me inunda sin el dulce eco de tu voz. ¿Sabes? La frialdad con la que me trata el tiempo cuando tú no estás aquí para detener su atroz paso. La soledad de mis manos sin el tacto de las tuyas se hace interminable.
Tu rebeldía que me hace reír como si de una niña me tratase, tus besos que me hacen soñar por encima de lo inimaginable, caricias que me hacen alcanzar las nubes haciéndome volar cual pájaro.
No es que yo sea dulce, fuiste tú, que azucaraste mi vida con las pequeñas muestras de afecto que yo, durante tanto tiempo, buscaba.
Es gracias a ti, que me siento más querida que nunca, princesa.
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