Música

miércoles, 3 de abril de 2013

En un sueño de placer

Noche tras noche se repite el mismo sueño. Aquel que me embelesa y me altera, sacudiendo de forma inexplicable cada rincón de mi ser. Nos hallamos una sobre la otra, se hablan nuestras miradas y se rozan nuestros cuerpos. El calor nos invade y nos excita impulsándonos de forma dulce pero salvaje al encuentro de nuestros labios. No se oye nada más allá de nuestra agitada respiración que poco a poco se vuelve más y más violenta. Sentía como a medida que tus manos se deslizaban por mi cuello crecía en mi interior un fuego capaz de arrasar con todo. Me estremecía al notar tu lengua jugando,traviesa, sensual y de forma lenta con la mía y como poco a poco tu boca iba siendo la dueña de mi piel. Y mientras me devorabas salvajemente mis latidos iban acelerándose. No lo dudaste y quitaste ese muro de tela que tanto te estorbaba, acariciaste mi pecho mientras te mordías y me mirabas de forma lujuriosa. Modelaste mi cuerpo con tus dedos, erizaste cada proporción de él y besaste cada centímetro de busto como si no fueras a verlo otra vez. Yo solo podía moverme ligeramente debajo de ti y dejarme llevar por el tacto de tu tez. Sentía como ibas bajando poco a poco, beso a beso hasta mi vientre. Como lo mordías y lo acariciabas, de forma tan contradictoria, tan ruda y a la vez asegurándote de no hacerme daño. Y mientras me distraías con esa mordaz artimaña, ibas soltándome lentamente el pantalón y con un hábil movimiento me despojaste de él, dejando ver aquella ropa interior oscura y mojada sutilmente. Yo no podía parar de ruborizarme mientras tú reías de esa manera tan atrevida tentándome, a sabiendas, de que me aprisionarías si realizaba el más mínimo movimiento. Acariciaste con las yemas de tus dedos aquella tela húmeda, apretando de forma delicada y dibujando pequeños círculos que me transportaban a la entrada de aquel paraíso. Tenía la boca seca y solo alcanzaba a jadear y emitir leves sonidos que a mis oídos eran inaudibles. Volviste a encontrarte con mis labios para morderme y terminar aquella lasciva partida que nuestras lenguas habían dejado a mitad, acariciando mi torso y sin alejar jamás la mano de tan sensible lugar. Ambas sabíamos que una vez llegadas a ese punto no podríamos volver atrás y tan solo podríamos apagar esa llama de placer dejándonos caer en la hoguera de pasión de la que nos sentíamos presas. Estabas tardando. Arrancaste la última pieza de ropa que me quedaba, acariciaste piel a piel la zona más íntima de mi cuerpo y con un gesto rápido introdujiste tus dedos dentro de mi moviéndolos suavemente al principio. Te miré a la cara y vi esa mueca de satisfacción, esos ojos seguros que expresaban tanto deseo, y que buscaban los míos. Analizabas cada gesto que te hacía, cada leve gemido, y disfrutabas en silencio cada arañazo que yo pintaba en tu espalda. Volviste a recorrer mi cuerpo a besos llegando de nuevo a aquel lugar que tanto te gustaba explorar. Lo besabas, lo mordías. Era tu juguete y a ti te encantaba jugar. Ya me habías ganado pero quería seguir. El suave tacto de tu lengua acariciando cada parte de mi intimidad, la respiración acelerada, la tensión en el cuerpo, todo el placer acumulado a punto de explotar. Cada vez eras más salvaje, me apretabas, me tocabas, me firmabas con cada cosa que hacías. No podía más y sabía que estaba a punto de llegar. Te agarraba por el pelo e inconscientemente te apretaba, con la intención de profundizar mucho más. Mil cosas pasaban por mi mente pero solo alcanzaba a pronunciar tu nombre entre susurros y pedirte que no parases. Tú te relamías y me saboreabas en tu boca mientras me mirabas satisfecha y tentadora. Ambas sabíamos que ese no era más que el comienzo de una larga noche de placer, y mientras tú te acercabas a mi y me decías al oído que que querías seguir haciéndome el amor, en mi garganta se ahogaban el grito de deseo mezclado con un "todo lo que quiero es a ti.."

No hay comentarios:

Publicar un comentario